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Teclas de máquina de escribir

¿QUÉ, CÓMO Y CUÁNDO DECIR QUÉ?

Eladia Saya

La evolución de la Humanidad ha sido en gran medida impulsada por la necesidad de cambios en los distintos aspectos de la vida en comunidad. Desde el hombre de las cavernas hasta los centennials, en el plano individual y colectivo, la necesidad ha estado marcando las distintas etapas de esa evolución y guiando sus cambios, ya fuesen materiales, espirituales o culturales. Es muy discutible qué necesidades son primarias o reales y cuáles son secundarias o superficiales, lo que es indiscutible es su existencia y aparente “capacidad” para imponérsenos. Dentro de estas necesidades se encuentra la de comunicarse. La comunicación desde tiempos inmemoriales ha sido uno de los factores aglomerantes principales, no solo dentro de la especie humana. Con la evolución material de los conjuntos humanos han ido variando sus formas de comunicarse, los medios, los canales, los mensajes. ¿Qué, cómo y cuándo decir qué? Estas cuestiones, entre otras, y sus impactos en la población han sido estudiados por las ciencias de la comunicación desde los comienzos del siglo XX. Sin lugar a dudas, cada nuevo avance tecnológico y técnico ha llevado a los expertos (y a los no tanto) a replantearse el papel que juega la comunicación en la vida particular y colectiva de los seres humanos. Desde la década de los 90 del siglo XX y en lo que va del siglo XXI las formas de comunicarse han estado marcadas por la expansión mundial del uso de Internet. La red de redes, la red global, ha marcado a fuego a una generación entera que no concibe su día a día sin el uso de las redes sociales, los buscadores, las aplicaciones, etc. El hongo de esta explosicón ha alcanzado a dos e incluso tres generaciones anteriores, que con una inserción mucho más lenta han ido incorporando estas nuevas formas de comunicarse a las que ya conocían. Los centennialsnacidos en lo que va de este siglo poco pueden llegar a reconocer en el uso de redes anteriores porque estas han caído en un deshuso pronunciado en un lapso muy corto de tiempo. La red de redes se impone. 

Dos de las características de las comunicaciones en este siglo son su espontaneidad e inmediatez, decir lo que se piensa o siente en el momento que se desea. Esta espontaneidad e inmediatez es posible gracias al avance en los medios que impulsan, propenden, garantizan e incentivan esas características en las maneras de comunicarse. Otra de las características de estas comunicaciones es la posibilidad de usar y abusar de la imagen, quieta o en movimiento, y de los sonidos para enviar un mensaje en tiempo real. La hegemonía  de la palabra escrita ha caído. Todas estas posibilidades han servido para que los humanos estemos más “conectados”, con el auspicio de que lo hacemos rompiendo barreras sociales, culturales, ideomáticas, geográficas, económica, ideológicas, etc. Antes soñábamos con ver algún día a nuestra estrella favorita, hoy es posible dejarle un posten su cuenta de Twitter, Facebook, Instagram, etc, y anhelar una respuesta,  retweet o repost. Estas posibilidades casi infinitas de comunicarnos nos han llevado a prácticamente no reflexionar sobre el contenido de lo que se dice, se escribe, se transmite o se publica, principalmente en las redes sociales. El nuevo milenio en términos de comunicación es como un gran río de gran caudal con una gran fuerza que arrastra todo a su paso y en el cual  solo aquellos con botas de plomo pueden ingresar en él e intentar atravesarlo haciendo buenos aportes sin hundirse ni dejarse llevar por la corriente. 

Esto es muy palpable en los comentarios en las redes sociales. Todos podemos decir lo que pensamos en el momento que deseemos hacerlo. Ahora la pregunta que se cae de madura es ¿solo con eso es suficiente? ¿Cuántas veces nos encontramos con comentarios que no tienen el más mínimo rigor o análisis de la realidad pasada o presente? Pareciera que el poder decir o publicar nos habilitara a opinar sin ningún fundamento, y tranformarnos en portadores de La Verdad y en defensores de una Moral única. Es obvio que cuanto más preparado se está en el ámbito de la educación, formal o no, más capacitado se estará para opinar, pero hay comentarios en las redes sociales que se pueden realizar de forma fundamentada y racional sin haber sido necesario la obtención de tres títulos universitarios. Hago referencia a los famosos comentarios sin pies ni cabeza que los “lectores de comentarios”, entre los que me incluyo, nos encontramos a diario. Es verdad que para tener una cuenta en Facebook no se exige ningún tipo de conocimiento previo, eso corre por cuenta de los usuarios a la hora de manifestarse. En ocasiones algunos comentarios son tan carentes de fundamentos e ilógicos que pareciera que se publicaran a próposito con el solo fin de provocar una catarata de respuestas, a veces igual de ilógicas. El mal uso de las redes sociales puede estar motivado por “agentes externos” pero echarle la culpa al otro siempre es mucho más fácil que hacerse cargo. Opinar sí, decir y publicar también, pero con un mínimo de respaldo, que se consigue urgando simplemente un poquito en la red de redes, conversando con algún especialista (y confiando en sus aportes si son fiables), y sacándose un poco el balde que muchas veces nos vuelve irracionales y primitivos. 


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